En el año 1963 se producen dos hechos fundamentales en la vida del premio Nóbel de literatura, Kenzaburo Oé (Ken: salud, sano; Zaburo: tercer hijo; Oé: bahía grande). Dos hechos que, por extrañas circunstancias, se encuentran de tal forma imbricados que es imposible intentar comprender uno sin terminar hablando del otro. Oé, al estilo de los escritores y filósofos románticos (como tendremos ocasión de revisar en otra oportunidad), intentará esbozar una explicación a esta conjunción de elementos dispares echando mano a la idea de la presencia de un orden cósmico capaz de reunir en un momento (tempo-espacial) determinado existencias que marchaban hasta ese instante en horizontes paralelos. Pues bien, ese año (y como primer hecho fundamental) nace su hijo llamado Hikari (Luz) con una malformación cerebral que lo tiene los primeros meses de vida al borde la muerte. Algunos doctores, viendo la frágil salud del recién nacido y las escasas posibilidades de supervivencia, le aconsejan a Oé que lo deje morir. Sólo basta para ello que se niegue a la extracción del tumor que se ubica en el cerebro del menor. El escritor no sabe qué decisión tomar. Se encuentra en un estado de profunda conmoción que él luego se encargará de llamar, inspirado en las teorías de Erik Erikson, su “crisis de identidad de la juventud”. Antes del nacimiento de su primogénito, la vida del escritor no había sufrido mayores sobresaltos, salvo por la muerte de su padre en plena segunda guerra mundial (a diferencia de la trágica existencia del primer premio Nóbel de literatura japonés, Yasunari Kawabata). Había cursado la carrera de literatura francesa en la universidad de Tokio. Había aprobado con éxito su tesis de grado en el escritor y filósofo existencialista Jean Paul Sartre. Había contraído matrimonio con Takari Itami, hermana del connotado director de cine Juzo Itami. Había obtenido el premio Akutawa por su novela La Captura. En definitiva, todo marchaba sin mayores sobresaltos hasta el nacimiento de su hijo. Tras ese acontecimiento lo invade la sensación que su mundo se caía a pedazos sin saber qué hacer para evitarlo. En una entrevista que concedió el año 1999 al programa "Conversations with History" (disponible en la página del Institute of International Studies de la University of California) señala Oé que “Cuando tenía 28 años de edad mi hijo nació. A esa edad era un escritor bastante famoso en la escena japonesa y era estudiante de literatura francesa. Escribía en la línea de Jean-Paul Sastre o de Merleau-Ponty. Pero cuando nació mi hijo con un severo daño cerebral, quería encontrar un aliciente, por lo que me puse a leer el único libro que había escrito hasta ese momento y descubrí a los pocos días que no podía alentarme a mí mismo a través de la lectura de mi libro. Nadie podía hacerlo con mi trabajo. Pensé: Yo no soy nada y mi libro es nada. Estaba sumido en una profunda depresión”.Meses después del nacimiento de Hikari (y mientras éste se encuentra a los cuidados del doctor Nobuo Moriyasu, para quien el premio Nóbel tiene elogiosas palabras a tal punto de decir que no sólo sano a su hijo, sino también a toda su familia) ocurre el segundo hecho fundamental en la vida de Oé. Un día cualquiera del mes de julio de 1963, golpea la puerta de su casa el director de una revista política. Se acerca la fecha de una nueva conmemoración de la caída de la bomba nuclear sobre la ciudad de Hiroshima y el director de la revista quiere que Oé vaya a cubrir las conferencias que se van a llevar a cabo en dicha ciudad. El escritor que, como dijimos, se encontraba sumido en un profundo estado de depresión, rechaza en un primer momento la solicitud de su amigo. Pero luego acepta tomando en consideración principalmente dos razones. En primer lugar, el director había sufrido hace muy poco tiempo una experiencia tan o más traumática que la sufrida por él al perder a un hijo a temprana edad. En segundo lugar, Oé necesitaba imperiosamente un cambio de aire para empezar a ver las cosas desde una perspectiva más amplia. Es así que pocos días antes de llevarse a cabo la ceremonia y las conferencias posteriores, Oé se embarca rumbo a Hiroshima. En esa próspera ciudad industrial que había sido arrasada de manera brutal hace exactamente dieciocho años, Oé toma conciencia de la capacidad de autodestrucción del hombre al interiorizarse de las consecuencias nocivas de la bomba (en cosa de minutos mueren alrededor de 80 mil personas y las personas que logran sobrevivir sufren una serie de enfermedades y malformaciones producto de su contacto con la radiación). Pero al mismo tiempo y, mientras se escabulle de las acaloradas discusiones que se llevan a cabo referente a si el armamento nuclear ruso es o no un medio de conservación de la paz, Oé descubre otra realidad (el universo paralelo al cual hice alusión al comienzo de este artículo) en las calles de Hiroshima, específicamente en el Hospital de víctimas de la bomba atómica. En ese lugar conoce al doctor Fumio Shigeto, quien paradójicamente al tiempo de estallar la bomba era un experto en radiación. Sobrevive de milagro a la explosión y tras eso se dedica a entregar su vida a los pacientes afectados por la radiación. En el Hospital los pacientes luchan por sobrevivir y los doctores hacen sus mayores esfuerzos para enfrentar a esta caja de Pandora que día a día les depara nuevas y desagradables sorpresas. En ese entonces, el doctor Shigeto se encontraba enfrentado su propia crisis de identidad de la adultez, pero la explosión de la bomba le da nuevos bríos a su vida, le entrega un nuevo sentido a su vida. De esta forma, logra superar su crisis de identidad. Aún así hubo doctores que no lograron superar la fase de conmoción. Shigeto le cuenta el caso de un joven oftalmólogo que ejercía su profesión en un hospital de la ciudad y que luego de la bomba se convenció que no valía la pena perder el tiempo ayudando a personas que estaban de antemano condenadas a la muerte o a sobrellevar una vida mísera (“Dijo que los seres humanos tenían que terminar así, que toda la débil especie moriría, tras terribles sufrimientos, mas para quienes sobrevivirían no parecía existir una manera juiciosa de seguir viviendo. Si eran sinceros consigo mismos (los doctores), era inútil seguir tratando a la multitud de gente que moría ante sus ojos cuando prácticamente no había nada que hacer por ellos” [en Un amor especial]). Días después de la discusión con Shigeto el joven galeno decidió terminar su vida ahorcándose en las vigas del viejo hospital en el que trabajaba. Entonces, Kenzaburo le pregunta al doctor cuál fue la razón que lo motivó a seguir luchando por la vida y recuperación de sus pacientes. La respuesta, con una implícita carga de ética kantiana, se reduce simplemente al deber ser. Su deber, como médico, consistía en ayudar a los supervivientes, en hacerles menos dolorosa la agonía o más llevadera la vida. Nada más que eso. Acto seguido le dice que su deber de padre es estar con su hijo y luchar para que pueda salir adelante. En ese instante, Kenzaburo Oé sintió que se abría un nuevo horizonte en su vida. La vida nuevamente comenzaba a cobrar sentido. Observa que a su alrededor se impone la voluntad de renacer de las cenizas sobre la voluntad de autodestrucción que pregonaba el oftalmólogo (la victoria del eros sobre el tanatos). En la entrevista ya citada, Oé dice que “En la conversación con Shigeto y con los pacientes del hospital, gradualmente encontré algo que me levantaba el ánimo. Volví a Tokio y fui al hospital en que había nacido mi hijo para hablar con los médicos para que lo salvaran. Luego empecé a escribir sobre Hiroshima, y ese fue el punto crucial en mi vida. Una especie de renacimiento.”Dijimos al inicio que ese viaje y el nacimiento de su hijo habían sido los dos hechos más importantes que habían marcado la vida y obra de Kenzaburo Oé y que además se encontraban especialmente conectados. Pues bien, el viaje a Hiroshima sirve, por un lado, para clarificar la actitud que debe adoptar Kenzaburo frente a su hijo (optar por la operación y por cumplir con su deber de padre) y, por otro lado, para ampliar su margen de preocupaciones e intereses y terminar por acercarse a posiciones ideológicas de izquierda (él mismo se reconoce como un intelectual de izquierda) con un especial interés en las causas de derechos humanos, ecologismo y pacifismo. Además los dos hechos aparecen tratados en parte importante de sus obras. Es así que a partir de del nacimiento de su hijo, en la década de los 60, aparecerán una serie de novelas y relatos de carácter autobiográfico en los que el protagonista deberá lidiar con el nacimiento de un hijo discapacitado tal como ocurre en sus obras “Una cuestión personal”, “El grito silencioso”, “Díganos cómo sobrevivir a nuestra locura” y “Despertad, oh jóvenes de la nueva era”. Paralelamente empieza a escribir una serie de ensayos, que se publicarán posteriormente con el nombre de Hiroshima Notes, y novelas en que el tema de ecologismo o pacifismo ocupa un lugar central (“El diluvio se escuchó hasta en mi alma” y “The treatment tower”). Debemos señalar que esta postura le ha granjeado más de algún desencuentro con los sectores conservadores y nacionalistas japoneses, entre otras razones, por su oposición al rearme militar del Japón, por su rechazo al tratado de cooperación y seguridad con Estados Unidos, por su supuesto pesimismo y nihilismo que estaría presente en gran parte de su obra y por su defensa férrea al establecimiento de un verdadero sistema democrático en su país, lo que a su juicio ha fracasado en los últimos años, volviendo a tomar fuerza las ideas nacionalistas y conservadoras. Una de las últimas polémicas en la que se ha visto envuelto el premio Nóbel japonés (en los 90 se negó a asistir a una feria del libro en Francia como protesta por las pruebas nucleares en Mururoa) tiene su origen en el lanzamiento de su libro “Okinawa Notes” en el que afirma que las fuerzas militares japonesas ordenaron a centenares de civiles suicidarse a medida que avanzaban las tropas militares americanas en la segunda guerra mundial. Un grupo de veteranos de la guerra presentaron una demanda solicitando la prohibición del libro y una indemnización de 200 mil dólares. La demanda, de acuerdo a información del The New York Times (del 29 de marzo y 17 de mayo de 2008) y de la BBC News (del 28 de marzo de 2008), fue desestimada por el juez Toshimasa Fukami, porque pese a que no había ninguna prueba concreta que sustentara las afirmaciones del escritor, los hechos permitían sostener que las fuerzas armadas estuvieron fuertemente implicadas en los suicidios masivos.
Las tres tendencias literarias del Japón de posguerra.
De acuerdo al premio Nóbel, la literatura contemporánea del Japón se inicia con la reforma Meiji (el año 1868) que da paso a la modernización del país (desde un sistema feudal a la construcción de un Estado-nacional). Con la reforma se produce una mayor apertura al resto del mundo, lo que permitió a los escritores empezar a leer y nutrirse de la literatura occidental. Un grupo importante de los escritores que surgen en este período (Shimel Futabatei, Ogai Mori, Soseki Natsume, entre otros) ejercían paralelamente labores de traductores de obras literarias rusas, francesas, inglesas y alemanas. Oé plantea en su artículo, “La moderna literatura Japonesa” (publicado en El País Cultural Nº 265), que “(estos escritores) tradujeron muchas obras europeas, lo cual les permitió liberarse de las antiguas tradiciones narrativas japonesas. Utilizaron estas traducciones como eslabones para crear la narrativa de los tiempos nuevos”. Pero es con el término de la segunda guerra mundial en que la influencia de la literatura occidental se irá incrementando exponencialmente a tal punto que las nuevas generaciones han dejado de escribir, a juicio del autor, desde la periferia para comenzar a escribir desde el centro. En una ponencia que dictó en un congreso de estudios japoneses realizado en la ciudad de Kyoto el año 1994 (citado por Agustín Letelier en un artículo publicado por El Artes y Letras de 1994 titulado “La generación literaria japonesa de posguerra”), profundiza esta idea de la occidentalización de la literatura japonesa, proponiendo la existencia de tres grandes tendencias literarias desde el período de posguerra.La primera tendencia, que él denomina literatura clásica (compuesta entre otros por Yasunari Kawabata, Junichiro Tabuzaki y Yukio Mishima), se caracterizaría por el rescate de la estética y cultura tradicional japonesa. En Kawabata abundan las postales de ceremonias de te, termas con geishas y los retratos de la vida en Kyoto. Todo ello hizo que en un primer momento los japoneses recibieran con recelo la noticia de la obtención del Nóbel de Literatura por parte de Kawabata, por temor a que se estuviera premiando básicamente los elementos exóticos de su obra (aunque en defensa de la acusación del supuesto localismo de Kawabata, cabe mencionar que formó parte del grupo neo-sensualista (Shinkankaku) que tuvo una fuerte influencia de las vanguardias europeas). Respecto a Mishima, es sabido que intentó asestar un golpe contra las fuerzas armadas de su país en protesta por la occidentalización de la isla. Tras fracasar en su intento golpista (llevado a cabo junto con la secta paramilitar Tatenokai) y haber realizado un encendido discurso plagado de elementos nacionalistas y conservadores, decidió terminar su vida haciéndose el seppuku (luego de haber gritado “larga vida al emperador” (tenno hekai banzai).La segunda tendencia, dentro de la cual se ubica Oé junto con autores de la talla de Masuji Ibuse y Shohei Ooka, se caracteriza por incorporar elementos de la cultura y literatura occidental matizados con elementos culturales locales. En el caso específico de Oé se puede entender este doble background echando mano a su propia biografía. Recordemos que el segundo premio Nóbel de literatura japonés nace en la isla de Shikoku en donde ha vivido por centurias su familia. En este lugar se nutre de las costumbres y tradiciones de su país principalmente a través de los relatos de su abuela materna. Recién a la edad de 10 años tiene su primer contacto con la literatura occidental a través de dos libros que recibe de regalo de su madre (Adventures of Huckleberry Finn y The strange adventures of Nils Holgersson). Al respecto Oé señaló en la entrevista con Harry Kreisler ("Conversations with History") que “No leí muchos libros antes de los nueve años. En ese tiempo estaba fascinado por los cuentos que me contaba mi abuela. Ella me hablaba de casi todo lo referente a mi familia y a mi distrito, por lo que no necesitaba libros en esa época. Pero un día, hubo una discusión entre mi madre y mi abuela. Mi madre se levantó esa vez bastante temprano en la mañana, envolvió un kilo de arroz y se fue a la pequeña ciudad de nuestra isla cruzando el bosque. Regresó bastante tarde en la noche. Le regaló una pequeña muñeca a mi hermana, pasteles para mi hermano menor y luego sacó dos tomos de un libro. Se trataba de Huckleberry Finn de Mark Twain. Yo no conocía en ese tiempo a Mark Twain, Tom Sawyer ni Huckleberry Finn, pero mi madre me dijo (fue la primera conversación de literatura entre mi madre y yo y casi la última) que esta era la mejor novela para un niño o para un adulto en opinión de mi padre (mi padre había fallecido un año antes) y que me lo había comprado a mí”. Años más tarde abandonaría Ose, su pueblo originario, para trasladarse a estudiar literatura francesa a la universidad de Kyoto en donde leería profusamente a autores europeos y norteamericanos como Dante, Elliot, Yates, Balzac, Albert Camus, Norman Mailer, Henry Miller y Jean Paul Sartre. Su maestro Kazuo Watanabe, especialista en historia del renacimiento y traductor de la obra de Rabelais, lo interioriza en las teorías del teórico ruso Mihail Bakhtine (del cual rescatará los conceptos de novela polifónica y realismo grotesco) lo que va a significar un quiebre con la tradición estilística a la que adhieren los autores clásicos anteriormente señalados. “Siendo joven y rebelde intenté escribir tan claro como fuese posible, incluso llegué a evitar la utilización de elipsis y por ningún motivo omití las formas pronominales (…) mi intención era fracturar el lenguaje a través de la utilización de la sintaxis que no se pueda insertar en la lengua japonesa” (citado de un artículo publicado por Christian Kupchik en El País Cultural Nº 250 titulado “Un Nóbel en las cenizas de Hiroshima”). Pese a todas estas experimentaciones formales y a la fuerte influencia de la literatura existencialista (lo que a juicio del autor se fue diluyendo a la medida en que incorporaba elementos oníricos y simbólicos), Kenzaburo Oé no reniega en ningún instante de la cultura, historia y problemática socio-política de su país (rasgo característico de las dos primeras tendencias). Es más, en la misma ceremonia del premio Nóbel La Academia se encargó de señalar que él escribía primordialmente para los lectores de su país (“Oé recalca que él escribe para lectores japoneses, señalando que tenía escasas expectativas de alcanzar lectores en otros países”. En la misma línea, es conocido el impasse que tuvo en una entrevista en la televisión alemana. El periodista alemán ingenuamente le preguntó qué sentía frente al hecho que se tradujeran sus libros al idioma de Goethe y él respondió, ante el estupor del público, que le era totalmente indiferente. “Un silencio sepulcral cubrió todo el estudio-recordaría posteriormente en el diario inglés Independent- (…) Yo escribo mis libros para lectores japoneses, más que para lectores extranjeros. Las personas para las que escribo son las de mi generación, personas que han vivido la misma experiencia”. Al parecer esta postura se ha modificado en los últimos años. En una entrevista concedida al The Paris Review el 2007, frente a la pregunta de si se siente “competitivo” con autores como Murakami o Yoshimoto, señala que no hay tal competencia pero que “le gustaría ver más de sus libros traducidos al inglés, francés y alemán y tener más lectores en esos países”). Pese a sus deseos, su obra no ha alcanzado una gran popularidad tanto dentro de su país como fuera de éste. Tras la obtención del Nóbel, en el diario japonés Yumiri un crítico literario japonés decía que “las obras de Oé han sido criticadas por difíciles de leer y de comprender. Y esto es posiblemente porque están basadas en el pensamiento y en la lógica”. En Inglaterra, por ejemplo, al momento de su premiación sólo estaban disponibles apenas dos de sus libros editados por Serpent's Tail (de un total estimado de cincuenta libros) y con escasa recepción de los lectores británicos (se habían vendido sólo ochocientos libros, algo que explica en parte la aversión que siente por los escritores de la tercera generación). En nuestro continente, su obra se comenzó a conocer en la década de los 70 gracias al acierto editorial de Jorge Lafforge, en aquellos tiempos asesor editorial de Losada, quien solicitó la traducción (del inglés) de la obra “Una Cuestión Personal” (cuya venta resultó ser un absoluto fracaso). Años después, en México, se tradujo su novela “La Captura” por la editorial mexicana Extemporánea. Oé se instaló a mediados de esa década en la capital mexicana para dictar clases de literatura japonesa en el Colegio de México lo que permitió que comenzara a ser más conocido en Latinoamérica (en nuestro país tuvo contacto directo sólo con Poli Delano). Aprovechó esta breve pero fructífera estadía para estrechar lazos con alguno de los miembros más importantes del boom latinoamericano (Vargas Llosa, Gabriel Garcia Márquez, Carlos Fuentes) y comenzar su acercamiento a la obra de insignes escritores de nuestro continente como Juan Rulfo.Por último, respecto a la tercera tendencia de la literatura nipona, Kenzaburo Oé menciona a autores como Banana Yoshimoto y Haruki Murakami, los que ya no escriben ni piensan como escritores periféricos, sino como escritores del centro. Sus libros podrían haber sido escritos en cualquier parte del mundo occidental al estar plagados de elementos pertenecientes a la subcultura pop y a la mass media. Estos escritores surgen a partir del declive de lo que Oé denomina los “lectores serios” y el boom económico del país. La crítica que Oé le realiza se centra (dentro de su perspectiva de análisis claramente influenciada por la obra de Edward Said) en el hecho que sus libros no dan cuenta de la condición periférica del Japón (a su juicio la literatura debe ser escrita desde la periferia para de esta forma criticar a los centros económicos, políticos y culturales mundiales). “En contraste con la literatura de posguerra, basada en una forma literaria que se apoyaba en la experiencia histórica de escritores y lectores, Murakami y Yoshimoto retratan la vida de una nueva generación-la que hoy ronda los veinte y treinta años-, desinteresada por la política y que se contenta con la subcultura que le propone el presente. ¿Estos nuevos lectores entre quienes se han introducido Yashimoto o Murakami apoyarán la narrativa japonesa en el futuro o desaparecerán junto a sus autores favoritos sin dejar huellas en su propia subcultura? Ese es el enigma a resolver” (“La moderna literatura japonesa”).
Notas críticas sobre el ensayo Un amor especial.
Para terminar, me gustaría referirme brevemente a la obra “Un amor especial” (texto que se acompaña en formato Word). Se reúnen en este libro (que debiese titularse “La familia curada” (A healing family) y no “Un amor especial”) una serie de textos que originariamente habían sido publicados en una revista de medicina llamada Sawarabi y que se centran principalmente en la relación del escritor (y su grupo familiar) con su hijo Hikari. El ensayo, por cierto, está a años luz de los grandes libros que escribió Oé en la década de los 60. Posiblemente si hubiese sido escrita antes del Nóbel, más de algún integrante de la academia sueca hubiese terminado por inclinar la balanza a favor de José Saramago o de Peter Handke (los otros dos candidatos fuertes ese año para obtener el Nóbel). Como dijimos, la temática del ensayo se centra en la experiencia del Nóbel (experiencia que marca buena parte de sus más aplaudidas creaciones literarias), de haber sido padre tempranamente de un discapacitado mental. El libro, a mi juicio, se puede leer desde dos planos. Como un libro de autoayuda (para las familias que deban enfrentar una situación tan traumática como la que le tocó vivir al Nóbel) o como la continuación (de muy bajo vuelo) de la obra de carácter autobiográfico de Oé que se inició en la década de los 60. Desde este punto de vista, hay pasajes que permiten comprender de una mejor forma su obra fundamental (sobre todo cuando se refiere al nacimiento de Hikari, la angustia y depresión de la que fue víctima, de su viaje a Hiroshima y de las fases que comprende la aceptación de una experiencia traumática: conmoción, rechazo, confusión esfuerzo y aceptación).Link descarga de “Un amor especial” http://rapidshare.com/files/211966625/O___Kenzaburo-Un_amor_especial_2.doc.html